El
sonido invadió la sala, era agudo, continuo, monótono e incluso se podría
considerar como molesto. Ciertamente ese pitido se asemejaba bastante al
significado que de él emanaba.
Rápidamente el equipo médico que estaba
realizando la operación reaccionó intentando estabilizar al paciente. Su
corazón había cesado de latir y cada segundo suponía un paso más hacia esa
imperceptible frontera que difiere la vida de la muerte.
-¡Vamos
deprisa pasadme 0,89 miligramos de adrenalina y 3,56 de atropina!
-Ahora
mismo.
-Aquí
tiene.
-El
pulso cada vez es más débil.
-¡Se
nos va... se nos está yendo!
La
agitación del quirófano contrastaba con la tranquilidad del lugar en el que se
encontraba Gabriel. Ante él fulgía una intensa luz blanca que le obligaba a
mirar hacia el suelo, no sabía donde se encontraba pero realmente el lugar no
le resultaba extraño, se sentía bien y le invadía un intenso deseo de avanzar
en dirección a la brillante luz. Dio un pequeño paso, pisaba sobre una
superficie esponjosa que amortiguaba sus pies hasta el punto de no hacer ningún
ruido, era como andar por una nube. Cuando volvió a levantar la mirada,
encontró que la oscuridad se estaba apoderando del lugar y en ese momento como
en un acto de rendición la luz emitió un último resplandor y expiró.
El
suelo se tambaleó bajo sus pies y Gabriel buscó desesperadamente un lugar al
que aferrarse para no caer en el abismo que se extendía a pocos pasos de él.
Fue entonces cuando una mano se le tendió dispuesta a evitar su caída. Gabriel
titubeó, miró la mano y posteriormente observó como el precipicio avanzaba
hacia él, no tenía alternativa, agarró fuertemente la mano y esta tiró de él al
instante.
Se
encontraba en una sala similar a la inicial, solo que esta no tenía ninguna luz
especial. Se asustó al escuchar un sonido, era el llanto de un bebé, miró tras
de si y se dio de bruces contra una imagen en la cual se podía ver la sala de
un hospital, en ella había un grupo de enfermeras que le daban la espalda, a la
derecha se encontraba un hombre alto, corpulento y con unas anchas patillas que
casi le cubrían la cara. Pero su sorpresa fue cuando pudo ver a quien había
entre esas enfermeras, que en realidad eran matronas, justo ahí tumbada sobre
la cama estaba su madre, la cual sonreía alegremente al observar a su bebé
sobre su regazo.
De
nuevo escuchó un llanto y siguiendo el sonido encontró otra imagen justo al
lado de la anterior, la escena era muy parecida, de nuevo varias enfermeras,
pero en esta ocasión quién acompañaba a la parturienta era un hombre bastante
más bajo y delgado. Lo que realmente si era igual era la cara de felicidad que
mostraba la madre al observar a su hijo.
Gabriel
concluyó que el bebé de la primera imagen era él ya que no tenía ningún hermano
y no solo eso, además aquel hombre debía de ser su padre, del cual su madre
nunca dijo nada y siempre que Gabriel le planteaba el tema ella intentaba
esquivarlo conversando sobre otra cosa. Pero entonces, ¿quién eran las personas
de la otra imagen?, no los reconocía, aun así le invadía la sensación de que
estaba fuertemente unido a ellas y en especial a aquel pequeño bebé.
Siguió
observando ambas imágenes las cuales en esos primeros momentos se desarrollaban
a la par. Poco después pudo confirmar que ciertamente el bebé que primero nació
era él, ya que sus padres llegaron a la casa en la que él recordaba haber
pasado su infancia. A su izquierda contempló como esa otra familia también se
bajaba de su coche y entraba al que sería su hogar. Al observar al bebé sintió
una fuerte pinzada en el riñón derecho y tuvo que apretarse con ambas manos
para redimir el dolor. Desvió la mirada del pequeño y volvió a mirar la
pantalla de la derecha, se sorprendió al percatarse de que se había producido un salto temporal,
aproximadamente habría transcurrido un mes y sus padres estaban discutiendo
intensamente en la cocina. Aquel hombre al que consideraba su padre estaba
ebrio y le costaba mantenerse en pie. Entonces tras romper contra el suelo la
botella que llevaba en la mano salió de la casa dando un portazo y aún en sus
condiciones su padre cogió el coche y se marchó a gran velocidad.
En
la pantalla de su izquierda también había transcurrido el tiempo, posiblemente
algo más que en la de la derecha. Aquel bebé ya podía andar a gatas y en su babero tenía bordado en
color azul y adornado con pequeños dibujos el nombre de Rafael. Por más que
pensaba no recordaba haber conocido a ningún Rafael pero de nuevo al mirarle el
dolor del riñón se repitió.
-!Maldita
sea¡- dijo Gabriel al tiempo que desfiguraba el rostro por el dolor.
A
su derecha pudo verse a él mismo cuando niño jugando con sus amigos al fútbol
en el parque que había justo detrás de la iglesia de su pueblo. Sonrió al
reconocer a Pedro, su mejor amigo, con quien había pasado tantas tardes cazando
ranas en un arroyo cercano. A continuación observó que estaba en su cuarto
durmiendo y como su madre le despertaba besándolo en la mejilla.
Del
mismo modo la pantalla de su izquierda se encontraba sumida en la oscuridad, de
pronto se encendió la luz y tras acariciar el pelo de su hijo aquella mujer
subió la persiana de la habitación y dijo: “Vamos Rafael, levanta hijo que
llegarás tarde al colegio”. En el momento en el que Gabriel dilucido al pequeño
al salir de entre las sábanas le invadió de nuevo ese dolor que rondaba lo
insoportable.
-Buenos
días papá -dijo Rafael al tiempo que daba un beso a su padre y este le devolvía
el gesto con un fuerte abrazo.
-Toma
hijo aquí tienes el desayuno, te he preparado unas tostadas con mermelada como
a ti te gustan.
Gabriel
miró la otra pantalla y allí estaba él, sentado en el pupitre junto a Pedro. En
esa misma imagen reconoció a varios de sus antiguos compañeros, algunos de los
cuales ya se le habían perdido en el olvido. La escena fue avanzando e hizo una
leve parada al pasar junto a María, la chica que siempre había gustado a
Gabriel. A ella si que la recordaba bien, su pelo oscuro que le caía sobre los
hombros y sus ojos color caoba, también recordaba una pequeña mancha blanca que
tenía en su iris izquierdo, la cual la hacía más especial aún. Se encontraban
en clase de física, esa era su asignatura preferida y era realmente bueno en
ella. Observar aquellas imágenes de su infancia le resultaba agradable, crecer
solo acarreaba problemas. Sonó la campana que anunciaba el final de las clases
y rápidamente Gabriel y Pedro salieron del aula y emprendieron el camino de
regreso a casa, hacía un día espléndido.
En
la pantalla contigua Rafael también estaba en clase de química realizando un
problema en la pizarra, al verlo Gabriel retiró velozmente la mirada para
evitar el dolor, pero no podía aguantar la tentación de mirar aquella pantalla.
Resignado y preparado ya para recibir otra fuerte pinzada observó el problema
que estaba haciendo Rafael. Tal y como esperaba sintió como si le clavasen un
punzón en el costado derecho. Pese al dolor se percató de un error en el
ejercicio de Rafael y dijo:
-No
hombre, esa fórmula no es- farfulló Gabriel observando la pizarra- la velocidad
no puede ser negativa.
Pareció
que Rafael le había escuchado porque rápidamente varió el procedimiento y
resolvió el ejercicio sin mayor dilación. Tras acabarlo volvió a sentarse en su
sitio.
Al
llegar a casa Gabriel soltó la mochila en su cuarto y se dirigió a la cocina
para comer, su madre le trajo un suculento plato espagueti. Los miró con deseo,
cogió el tenedor y comenzó a comer, pero teniendo especial cuidado de apartar
los trozos de carne de mayor tamaño. No es que no le gustase la carne, todo lo
contrario, Gabriel prefería dejar lo mejor para el final. Una vez hubo comido
quitó la mesa y ayudó a su madre a limpiar la vajilla.
Gabriel escuchaba desde su posición en esa
blanca sala la conversación de Rafael con sus padres mientras comían, pero
consciente de lo que sucedería le dio la espalda a la imagen para evitar que se
le desviase la vista hacia esa pantalla y así no tener que sufrir el dolor. Lo
que Gabriel no esperaba era que esa escena a la que intentaba ignorar se iba a
trasladar colocándose justo delante de él. De nuevo intentó retirar la mirada,
siendo ya demasiado tarde. Visualizó la comida que había sobre la mesa, el
mantel de color crema, la sencilla cubertería, la ensalada de pintoresco aspecto
que presidía la mesa y al fondo de la imagen se podía ver un amplio salón
alegremente decorado, también apreció el sonido de la televisión que se
mantenía en un segundo plano y finalmente se dibujó en su cara un matiz de
resignación, ahí estaba Rafael.
-¡Mierd...
agg! ¡Pero!... ¿Quién demonios...agg... es ese? -Gritó Gabriel mientras se caía
al suelo debido al dolor. No comprendía el porque de que su sufrimiento se
produjese a causa de ver a aquel muchacho de aparente normalidad.
Después
de comer, Rafael se vistió con la equipación de su club, se abrochó fuertemente
los cordones y junto con su compañero Miguel fueron en bicicleta hasta el campo
de fútbol de su pequeño pueblo.
Justo
en ese momento Gabriel recordó quién era Rafael, ese partido lo jugaron entre
ambos, si bien cada uno en un equipo. Con gran interés Gabriel observó el
partido completo -de nuevo al igual que al inicio en ambas pantallas se podía
visualizar la misma imagen- y del mismo modo que si no supiese cual era el
resultado final de ese encuentro lo vivió con emoción. A falta de quince
minutos para la finalización del partido
y con un resultado de empate a dos, Gabriel realizó una fuerte entrada a
Rafael, dejándolo caer al suelo. Al instante Gabriel ya tenía la pelota y se
disponía a seguir con la jugada pero el árbitro señalo la falta, de manera que
se volvió hacia Rafael, él cual todavía estaba en el suelo quejándose de su
rodilla derecha.
-Venga
ya hombre, levantate, si no te he tocado si quiera -dijo Gabriel –Pues vaya princesita que estás
hecha.
Al
tiempo que decía eso en la imagen, la pinzada del riñón se intensificó
notablemente.
Rafael
se levantó rechazando la ayuda que le ofrecían sus compañeros y aun cojeando
continuó el partido hasta que su entrenador se vio obligado a sacarlo del
terreno de juego. Una vez finalizó el partido, ya a la salida de los vestuarios
ambos contrincantes se encontraron de nuevo.
-Pero
mira a quién tenemos aquí Pedro, si es Rafael, o debería de decir Rafalita.
Al
insulto Rafael respondió con la indiferencia, pero no quedando satisfechos
Gabriel y Pedro siguieron inquiriéndole.
-Y
¿por qué no vas a llamar a tu mamá? -dijo Pedro en tono burlón.
-Si
eso ve y que te traiga el agua oxigenada porque la señorita delicada se ha roto
una uña.
A
cada insulto que emergía de la boca del Gabriel del pasado el del presente se
retorcía del intenso pinzamiento. Poco a poco la imagen se fue diluyendo y cada
una de las pantallas fue cobrando un aspecto diferente, hasta no mostrar la
misma imagen en ambas. En la de la derecha apareció un día nublado, los árboles
desojados le indicaban que era una época invernal, además de ello la gente que
caminaba pausadamente por las calles medio desiertas llevaban grandes abrigos.
Gabriel andaba dando patadas a una
lata que había encontrado en su camino, al pasar junto a una tienda se paró
para observar lo magníficos teledirigidos que exponía en el escaparate. En
varias ocasiones se vio obligado a limpiar el cristal con la manga de su
chaqueta ya que el vaho que producía su respiración lo empañaba impidiéndole
ver.
-No
te preocupes tendrás muchos de esos, e incluso mejores -dijo Gabriel mientras
observaba la escena, consciente de que una de sus mayores aficiones eran los
teledirigidos.
Al
acabar de pronunciar esa frase, la imagen de la izquierda cobró importancia, en
ella observó a Rafael en una tienda de juguetes, escuchó como le decía al
dependiente que le envolviese para regalo una muñeca.
-Ya
decía yo que cuando se quejaba tanto por una patadilla de nada era porque no
era un hombre de verdad -pensó en voz alta Gabriel.
Un
instante después se arrepintió de sus palabras, porque el dolor se reprodujo,
esta vez casi entrecortándole la respiración. Sentía como le ardía el costado,
por mucho que intentara redimirlo no lo conseguía, apretó fuertemente los puños
y gritó.
Al
cesar el pinzamiento Gabriel se levantó y se secó las lágrimas que no había
podido evitar que se le saltasen. En su interior comenzaba a moldearse un
sentimiento de odio hacia Rafael, él cual en la imagen se podía observar
llegando a su casa y entrando disimuladamente en un cuarto. Se acercó a la cama
y colocó junto a la almohada el regalo que había comprado. Salió de la
habitación y de manera prácticamente simultanea entró en ella una niña de unos
seis años, con un vestido blanco y un capirucho de cumpleaños sobre la cabeza.
La cara de la pequeña al contemplar el regalo era el reflejo de la ilusión. Con
su muñeca entre los brazos y una gran sonrisa abrazó a su hermano y le
agradeció el regalo.
Ante
la pérdida de nitidez de esta imagen Gabriel desvió la mirada hacia la pantalla
de la derecha, otro nuevo salto temporal se había producido, recordaba la fecha
exacta de ese día, era un veintidós de febrero, por aquel tiempo tenía
diecinueve años y aquel día era tan especial porque fue la primera vez que
consiguió besar a María. Ese viernes habían salido a dar un paseo con varios
amigos y por unas causas u otras finalmente solo habían quedado ellos dos,
fueron hablando hasta un parque cercano y tras algunos silencios incómodos
coincidieron sus miradas y se besaron.
Al
observar esas imágenes el dolor que había sentido Gabriel le abandono por
completo y le reconfortó esa sensación. Sintió incluso cierta nostalgia y
cuando la escena se difuminaba ante él, quedó mirando la pantalla en negro ignorando por completo lo que acaecía en la
escena contigua.
Finalmente
observó la otra imagen: una playa, un sol reluciente, alguna que otra gaviota
volando tras los pesqueros, el sonido de las olas que de manera continua
intentaban inútilmente ascender por la pendiente de la arena, pero que pese a
su constancia era incapaces de superar y dos muchachos al fondo que se dirigían
hacia el rompeolas. Entre ellos distinguió a Rafael, era el que andaba más
adelantado, conforme se acercaba a las rocas más rápido corría, miraba
continuamente hacia atrás y con su mano daba ánimos a quien le seguía. Rafael
ayudó al otro chico ha ascender por ( el rompeolas y en un pequeño recoveco
quedaron uno frente al otro. Se interrogaron con la mirada de manera recíproca
y se acercaron lentamente.
El
dolor en esta ocasión no se había hecho patente en su máxima expresión, pero
aquella escena incomodaba a Gabriel, quien intentando esclarecer que es lo que
estaba acaeciendo había entrecerrado los ojos y en su cara se había dibujado
una expresión que combinaba la sorpresa con la incredulidad. Justo entonces sus
ojos se abrieron al igual que platos y quedo estupefacto, un instante después
escupió con despreció al suelo, el cual disolvió la saliva en forma de un vapor
de hedor muy desagradable. Al inhalar ese vapor no tuvo tiempo ni de alzar la
voz para emitir su quejido, el dolor estalló aplastantemente obligándole a
arrodillarse y a caer de bruces contra la esponjosa superficie.
La
escena en la cual se veía como Rafael y su pareja se besaban no pudo terminar
de ser contemplada por Gabriel quien se mantenía tumbado en el suelo, y aún
habiendo podido el odio que sentía hacia los homosexuales no se lo habría
permitido.
Mientras
permaneció en el suelo debido a su intenso dolor perdió la noción del tiempo,
pero cuando consiguió levantarse sacando fuerzas de flaqueza se dirigió de
manera decidida hacia la imagen de su izquierda y tras volver a escupir, esta
vez con más saña si cabe, la emprendió a golpes contra la misma. Los puñetazos
no realizaban ningún daño a la escena la cual permanecía como si nada
sucediese, es más, los golpes que lanzaba se reflejaban en su costado derecho,
la zona sobre la cual tenía dibujada la cruz gamada estaba siendo duramente
castigada por él mismo. Cuanto más fuerte golpeaba más intenso era su
sufrimiento. Tras varios minutos así se vio obligado a ceder en su campaña y al
tiempo que recuperaba el aliento y se encogía del dolor comenzó a caminar
intentando alejarse de ambas escenas. Su caminata no fue lo suficiente extensa
como para separase de las pantallas, con lo cual siguió andando esta vez con
pasos más largos y rápidos, al cabo de un tiempo se volvió y se encontró en el
mismo lugar que al inició, no se había alejado más de veinte metros de las
escenas.
-¡¿Qué
es esto?! -Gritó Gabriel expresando su estado de rendición -Pero ¿qué demonios
he hecho yo para merecer todo esto?
Sus
cuestiones no encontraron respuesta y se vio obligado a tirarse del cabello al
contemplar que ambas imágenes ahora estaban justo detrás de él. Ciertamente
comenzaba a creer que estaba loco y que esta era una de sus deliraciones, por
más que lo pensaba no alcanzaba a entender la razón por la que tenía que
contemplar su vida y mucho menos la de un marica, de alguien que tenía un
enfermedad psicológica.
Se
escuchaba una gran algarabía, las dos pantallas mostraban una gran multitud de
gente, en la de la izquierda los colores eran vivos y alegres, la música
emanaba desde cada una de las carrozas decoradas hasta el último detalle, entre
la masa pudo distinguir a Rafael junto a su pareja. En la imagen de la derecha por
el contrario muchas de aquellas personas cubrían sus caras, pero Gabriel no, él
era uno de los cuales encabezaba la manifestación. En la parte delantera se
podía leer en una gran pancarta: LOS DESVIADOS AL MANICOMIO, POR UNA SOCIEDAD
SIN MARICONES. Al tiempo que entre esa multitud alzaban( el puño) también lo
hacía Gabriel desde ese lugar en el que estaba, ya no le importaba el dolor. A
esta imagen siguió otra en la cual tras salir de su trabajo como científico en
un prestigioso laboratorio llegaba a casa, se quitaba la ropa que llevaba y se
ponía otra de color negro, se calzaba sus botas militares, y cogía un
pasamontañas. Al subirse en su coche sintió una leve pinzada en el riñón
derecho, le resultó extraño pero no le dio mayor importancia. Cuando llegó a su
destino ya había anochecido, al descender del vehículo se encontró con un grupo
de hombres, la mayoría con la cabeza rapada, los cuales llevaban unas
vestimentas similares a la suya. Uno de estos abrió el maletero de su coche y
extrajo barras de acero que fue dando a cada uno de los allí reunidos,
cuidadosamente salieron del callejón en el que estaban y se acercaron hasta un
videoclub que ya se encontraba cerrado. Forzaron la puerta trasera y una vez
dentro comenzaron a destruir todo lo que encontraban a su paso, su objetivo no
era la caja registradora, es más esta la obviaron por completo, solo se
dedicaron a romper todo lo que pudieron.
En
ese momento las imágenes de ambas pantallas volvieron a converger en la misma
escena, porque fue en ese momento cuando Rafael, el dueño del establecimiento
entró en el mismo alertado por el escándalo que se había formado.
Conforme
observaba aquellos hechos Gabriel comenzó a no sentirse bien, ya no era el
dolor del costado el culpable, era una sensación inmaterial, eran
remordimientos.
Al
entrar Rafael y alzar la voz por la sorpresa los supuestos atracadores
comenzaron a huir del lugar, Gabriel fue uno de los primeros y para quitar al
desgraciado muchacho de su camino le golpeó con la barra de acero y siguió corriendo.
El cuerpo de Rafael cayó sobre una estantería repleta de películas de amor y
poco a poco la sangre que de él emanaba fue empapando las carcasas. Cuando
llegó el equipo médico lo reanimó a duras penas y lo trasladó hasta el
hospital, Ángel, la pareja de Rafael se desmoronó ante la desoladora realidad,
llegando incluso a desvanecerse.
El
nudo de la garganta ahogaba a Gabriel, se sintió como lo que era el culpable de
la muerte de un inocente.
Cuando
Gabriel llegó a casa aún con la respiración agitada se quitó velozmente la ropa
y la escondió en una caja bajo su cama, necesitaba tomar el aire y decidió
salir a pasear por la calle. Cuando había caminado unas tres manzanas el dolor
de su costado se hizo muy intenso y tuvo que sentarse en un portal cercano, sus
quejidos hicieron que alguien llamase a una ambulancia, la cual lo llevó hasta
el hospital donde le diagnosticaron su dolencia y le avisaron de la necesidad
de una operación inmediata. La intervención quirúrgica necesitaba de alguien
que cediese su riñón, por suerte tras varias horas ingresado le comunicaron que
había un posible donante.
La
pantalla de la derecha se apagó y a su izquierda la imagen había quedado
paralizada mostrando al equipo médico hablando con Ángel ya en hospital, cuando
Gabriel la observó la acción se puso de nuevo en movimiento. Entrecortado por
el llanto Ángel dijo a los médicos que Rafael siempre había deseado ser donante
y que él apoyaba su decisión. No transcurrió mucho tiempo cuando la vida de
Rafael se desvaneció debido a la gravedad de la contusión. Este hecho propició
la posibilidad de donar determinados órganos, entre ellos los riñones.
Le
extrajeron los órganos rápidamente y uno de esos riñones fue introducido en una
bolsa la cual ya tenía impreso el nombre del hospital en el cual Gabriel estaba
ingresado. La siguiente escena que se pudo contemplar en ambas pantallas por
igual mostraba como esa misma bolsa llegaba hasta el quirófano donde era
operado Gabriel y como le cambiaban su riñón por ese otro.
Cuando
Gabriel volvió ha abrir los ojos se encontraba tumbado sobre una camilla de
hospital, en una sala ya vacía y lo primero que hizo fue mirar su costado
derecho, allí encontró los puntos de sutura que casualmente al pasar junto a la
esvástica que tenía tatuada formaban una especie de “R”.
J'adore :))
ResponderEliminar